La Paz Querida

Mayo 21, 2020
Impacto social
Imagen destacada
En el décimo Encuentro Responsable, que se llevó a cabo el pasado 25 de septiembre de 2019, el encargado de iniciar las conferencias de contexto, primera parte de la agenda del evento, fue Francisco De Roux con su intervención, o mejor, como él mismo lo definió, una meditación sobre la paz en Colombia.

El sacerdote jesuita inició su intervención con un mapa del Magdalena Medio en donde trabajó desde 1995 hasta 2008, en los 30 municipios que componen este valle. Este mapa sirvió para poner en contexto a los asistentes de la realidad de esta región. Una región principalmente campesina, en donde el abandono del Estado era evidente y cada uno velaba por sus propios intereses. Allí cohabitaban intereses de políticos que tenían soluciones para la región, pero que cambiaban cada cuatro años; grupos empresariales que buscaban la explotación del petróleo y la palma de aceite de la zona; empresas privadas como Isagen y mixtas como Ecopetrol; la Fuerza Pública en búsqueda de los grupos al margen de la ley para establecer la seguridad en la zona; y los grupos guerrilleros (ELN y FARC-EP) en el occidente luchando por el control de la minería ilegal y las AUC, en específico el Bloque Central Bolívar en el oriente buscando el control del cacao.

Lo que De Roux y su equipo de trabajo encontraron en esta zona era un imaginario colectivo, una perspectiva de región que tenía el estigma de violenta, gracias a una realidad contada alrededor de la presencia de los grupos armados, que opacaban las historias de las personas que allí vivían. Contó el padre De Roux que la realidad con la que se encontraron fue construida de municipio en municipio, contrario a lo que se podría pensar, el río Magdalena no los dividía, por el contrario, los unía. Los investigadores notaron que los municipios se consideran una región y los une un sentimiento de vecindad. Cuando preguntaron por los hechos más graves, los habitantes respondieron: “pregunte al lado”. Esto demostró que había simpatía entre los habitantes y no sólo era una región violenta y llena de insurgentes como los medios de comunicación pretendían mostrar, sino un territorio lleno de seres humanos que se preocupaban por sus vecinos.

Talera el abandono y la poca solidaridad de aquellos que no pertenecían a esta región, que sus habitantes hablan por medio del sacerdote acerca la soledad que vivieron durante las masacres. La de Barrancabermeja en el 98, los 34 muchachos desaparecidos, los siete muertos encontrados y aquellos de los que nunca se supo nada. Ni siquiera Bucaramanga, la ciudad más cercana, brindó un mensaje de esperanza, de apoyo en el duelo. Si las personas no sentían el dolor compartido, mucho menos lo haría un ente sin rostro definido como el Estado.

Francisco De Roux narró con una voz calmada, que a veces temblaba a causa de los sucesos, los testimonios de las familias, de las mujeres y niñas que vieron como degollaban a sus padres y hermanos en masacre del Salado, de los 12 muertos de Santa Bárbara, de los 20 muertos de los Montes de María, de las tragedias de Chocó, Buenaventura y Tumaco; del secuestro de niñas a cambio de parcelas de tierras, de las madres campesinas cuyos hijos asesinados aparecieron en un periódico de Cali como guerrilleros, de los testimonios de cómo policías y miembros del ejército que desaparecieron gente y del campesino que en La Habana colocó la prótesis de su pierna encima de la mesa en la que compartían víctimas y victimarios, y de cómo el General Mora reconocía los errores y mencionaba la base de lo que serían los cambios que el sacerdote y su equipo harían en el Magdalena Medio: “Rescatémonos como seres humanos”.

Cuenta el padre Pacho, como lo llaman sus amigos, que empezaron a surgir incógnitas en el proceso: ¿Por qué en un lugar donde caben todos, hay tantos excluidos? y ¿por qué siendo tan apasionados nos matamos tanto? Entonces inició la reflexión con una respuesta: en esta región cada actor perseguía su propio interés. El Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio liderado por De Roux empezó a establecer las prioridades para la región, se necesitaban cambios reales, estructurales y de largo plazo, además, la población civil debía dignificarse a través de la ética ciudadana. Esto supone que nadie es superior a otro, no existen las jerarquías, por lo tanto, no se le debe a nadie, independiente de su sexo, raza, nacionalidad, ideología, ni orientación sexual. Estas prioridades generaron lo que se denominaron: “La vida querida”. Esta vida se establece a partir de cuatro pilares:

  • Identificar la vida que queremos.
  • Producir la vida que queremos.
  • Gobernar la vida que queremos.
  • Confianza en la memoria, verdad y justicia.

Para identificar la vida que querían los pobladores, se buscó establecer su felicidad por medio de la construcción de ética ciudadana, la conformación de sueños y la obtención de justicia. La producción de la vida querida buscaba que los elementos e insumos necesarios fueran desarrollados por los mismos habitantes. Esencialmente, crear mercado. Para el sacerdote el capitalismo es éticamente terrible ya que premia la codicia, el ego y el consumo, pero en esta región sólo se consumía un 5% de los bienes locales. Así nacieron iniciativas como Eco-cacao, creadas con el fin de consumir productos hechos por los campesinos y “vivificar la naturaleza” de la región. El gobierno de la vida que queremos abarca los puntos anteriores ya que buscaba redirigir la atención hacia lo importante de la región y que se eliminara ese estigma que mostraba a la región como el lugar de paso para políticos y empresas extractoras de materias primas. Esto se logró en las conversaciones con las empresas y empresarios para que trabajaran con la gente, para que el desarrollo no fuera sin las personas sino el “desarrollo deseado”. Este desarrollo buscó incrementar el valor de la región, brindando educación a los pobladores para que luego fueran empleados y en la preservación de la flora y fauna, para cumplir con los objetivos de responsabilidad social de las empresas de la zona. Y por último la confianza en la memoria, verdad y justicia. Este es el objetivo principal de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. “Para recuperarnos como seres humanos hay que recordar lo que sucedió, el futuro se construye a partir del pasado” expresó el padre jesuita, haciendo referencia al propósito de esta organización.

De Roux continuó mencionando los ejemplos que deberíamos seguir como sociedad. El primero de ellos hacía referencia a cómo los ingleses se unieron como nación después del fallecimiento de 14 personas en un día que paralizó todo en Reino Unido, días de luto, verdadero dolor y la búsqueda de la no repetición. Según Francisco De Roux, como país estamos en una profunda crisis espiritual, no entendida como religión, sino como la falta de empatía y la abundancia de egoísmo. El segundo ejemplo fue el mensaje que dejó Alemania, durante la construcción del proceso de paz y el proceso que atravesaron como nación para aceptar los errores en las guerras en las cuales habían participado. El sacerdote recordó lo que dijo el enviado especial del gobierno alemán sobre cómo nació esta construcción gracias a iniciativas juveniles: “El día que aceptamos que éramos asesinos, aumentó nuestra dignidad. Pudimos decir, somos responsables, dejamos la vergüenza y el silencio. Unificamos Alemania”. La reflexión cerró con la invitación de Francisco De Roux a enfocar los esfuerzos de Colombia en cuatro objetivos claros: La tierra, el narcotráfico, la educación y el desarrollo rural. Y terminó con la frase: “Hoy es un día para construir el mejor país”.


Por Armando Moreno*
Practicante Social de últimos semestres de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de la Sabana.