Una visión de lo invisible y el más allá

Septiembre 16, 2021
Astroséneca
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Escrito por: Sergio Lleras/Astroséneca

Nuestro sentido de la vista, gracias a la evolución de nuestra especie, ha desarrollado grandes capacidades para la visión diurna, especialmente en la percepción de profundidad, adaptabilidad a los cambios de iluminación y al espectro de luz visible, principalmente solar. En condiciones de penumbra extrema, resulta muy poco competitivo contra el de algunos depredadores nocturnos, incluyendo aves, reptiles, mamíferos e insectos.

Sin embargo, en nuestra especie, la combinación ojo-cerebro representa una “visión global” analítica superior, menos orientada hacia la rapacidad o la evasión primaria, que para otras especies es, literalmente, de vida o muerte.

La insaciable curiosidad humana ha estimulado el desarrollo de las ciencias y del saber. La astronomía, en su forma más primitiva, escrutando los misteriosos movimientos de la luna, el sol y los planetas dentro de la bóveda celeste, dio lugar a observaciones y teorías que terminaron conformando compendios, nuevas teorías y ramas del conocimiento científico.

Nuestra fascinación con poder no solo saber, sino ampliar las posibilidades ver un poco el “más allá” ha traído todos los avances de la óptica, cámaras, telescopios e instrumentos que escrutan todo el espectro electromagnético día y noche, en todo nuestro planeta y en el espacio exterior. El cielo ya no es el límite, porque siempre alejamos más nuestras metas.

Nuestra cultura y conocimientos son primordialmente visuales. Es bien conocido el dicho que “lo que no está escrito, no existe” o el famoso “ver para creer”. La representación visual, comenzando por el alfabeto que permite (d)escribir el lenguaje, la notación musical, las matemáticas, los gráficos, fotografías, emojis, por citar unos pocos. Nos hemos acostumbrado tanto a las transcripciones gráficas, que no nos sorprende un electrocardiograma o los colores de un radar meteorológico Doppler.

El invento de la placa fotográfica, a comienzos del siglo XX, generó una espectacular relación complementaria con la astronomía, pues la independizaba de las limitaciones que imponía la observación humana, que dificultaba medidas, transcripciones y patrones.  Además, las imágenes en placas con bases transparentes, permitían la superposición y “apilado” de una multiplicidad de imágenes plasmadas en negativos, para obtener las siluetas y formas generales de galaxias, nebulosas y otros sujetos estelares, que individualmente eran indistinguibles.

Tal procedimiento se mantiene aún en los procesos digitales de imágenes obtenidas con las cámaras más modernas y sofisticadas. Ya son famosas las “computadoras humanas”, que a principios del siglo XX tabularon y catalogaron estrellas y objetos astronómicos, plasmados en cientos de miles de placas, bajo la dirección del profesor Pickering en la Universidad de Harvard.

Desde entonces, los procedimientos para confirmar descubrimientos de cometas, asteroides y cuerpos celestes se basan en comparaciones de fotogramas sucesivos obtenidos en observatorios astronómicos, o por particulares aficionados. Prácticamente todas las técnicas y procedimientos de estudios astronómicos y de astrofísica dependen y se apoyan en procedimientos fotográficos.

La astrofotografía, en cierta medida, corresponde a una especie de ilusionismo inverso. Mediante una serie de artificios, logra hacer visible la transcripción de  una realidad “objetiva” que sería invisible para el ser humano, por sus limitaciones visuales propias o instrumentales. En la práctica, no impone limitaciones, por ejemplo, para mezclar colores visibles con efectos de radiación infrarroja o rayos-x, imágenes de banda estrecha, entre  muchas otras. El telescopio espacial Hubble nos ofrece imágenes con su propia estética de color, con la llamada “paleta de colores Hubble”, con convenciones para pintarnos de un color diferente diversos rangos de radiación electromagnética.

Sus majestuosas imágenes son en la práctica mejores que cualquier “realidad” observable por un humano. La colorización de imágenes de rayos-x, de ondas de radio, de la radiación de fondo del universo o “iluminar” para darle efectos de animación a una colisión de agujeros negros que ocasionó el paso de una onda gravitacional son casi rutinarias hoy en día.

Esta simbiosis entre fotografía y ciencia produce un efecto sorprendente: Para comprender bien la realidad debemos intentar dotarla de la mejor imagen posible. Sin ello, estaríamos dando “palos de ciego” en nuestra comprensión científica del cosmos.

https://apod.nasa.gov/apod/ap091025.html

Crédito: NASA – ESA