Jinetes del paraíso: una apuesta por la cultura en Colombia

Abril 29, 2021
Cultura

Viene de revista Séneca edición 51, Pág 33

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En este documental la conjunción entre música e imagen desempeña un papel importante. ¿Cómo evolucionó el proyecto a lo largo de estos años de producción? ¿De qué manera se integra la música? Y ¿Cuál es el rol del Cholo Valderrama en el documental?

Al comienzo, sabíamos que queríamos hacer una película, una serie o unos cortos; eso era lo que sabíamos. Pero no sabíamos que en la película íbamos a contar con la presencia del Cholo Valderrama o que lo íbamos a involucrar. Eso se fue dando con el tiempo. Con él empecé a tener una relación muy linda, de amistad, de mucho respeto por el trabajo del otro de parte de ambos, de mucha confianza. En algún momento, yo ya tenía la película editada (un corte muy avanzado) cuando fui a hacer un cortometraje sobre el Cholo, pero no era algo que tuviese que ver con la película. O eso pensaba yo. Realmente, tenía todo que ver, porque cuando hice ese cortometraje entendí que el Cholo tenía que ser el narrador, que si pretendíamos hacer un puente entre el campo y la ciudad, él era la persona idónea para hacerlo y que la música, como tal, tenía que existir en el documental.

Entonces, pasó de ser un documental etnográfico o social a convertirse en un documental musical que incluía videoclips. Era muy difícil que no se llevara el protagonismo el Cholo y que el llano siguiese siendo el protagonista, al igual que los personajes que ya habíamos grabado continuasen siendo los principales. En edición eso nos costó mucho, pero creo que se logró un buen equilibrio donde lo que uno más siente es la tierra hablando. Esta es una película donde se dejó que la tierra hablara, que el llano hablara.

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Si bien en este género no se puede hablar de un diseño de personajes, sí se puede pensar en términos de construcción de un relato identitario que mueve a las personas en una región particular y, por supuesto, en un país. ¿De qué manera se articulan las relaciones subjetivas en el documental y cómo se asume este acercamiento a la experiencia de lo llanero de pura cepa? ¿Cómo se afronta el estereotipo, el cliché, el regionalismo?

Esta es una muy buena pregunta. Como explicaba, la forma de llegar a esas relaciones a las que yo llamaría muy íntimas y que se dan en la película, se construye de dos formas: con Francisca que, como ya dije, se nos abría el universo, porque ella es una leyenda en el llano y es un personaje muy querido allá, entonces llegar y decir: «vengo de parte de Francisca Reyes», te abría las puertas inmediatamente. Además, hubo un ejercicio hecho con la cámara que fue muy juicioso: acercarnos, tener presente la cámara siempre, incluso cuando solo nos íbamos a tomar un tinto, así no estuviésemos grabando; la idea era que cualquier persona que nos viera, dijera: ellos tienen una cámara y en cualquier momento van a grabar. O sea, que no fuese una sorpresa, sino que eso hacía parte de.

Nos tomábamos el tiempo de compartir, de estar, hasta que finalmente se prendían las cámaras con el objetivo de encontrar historias. Siempre grabábamos historias, incluso así no estuviesen pensadas para el documental en sí, no nos importaba. Realmente creo siempre se terminaron usando, porque todos resumen una esencia de lo que es el llanero criollo, el llanero de pura cepa como tú dices.

Yo creo que algunos de los estereotipos que existen sobre el llano se reducen a pensar que el llano es el hato, el atardecer de los venados, las maracas o una hamaca, y que el mundo se ve muy bonito desde ahí. Pero el llano es muchísimo más que eso: el llano es salvaje, es cimarrón y, sobre todo, el llano es la expresión de la libertad: todo lo que está allí está suelto y nada ni nadie, es decir, ni los llaneros ni los animales quieren perder esa libertad. Creo que montar a caballo, correr (no solamente galopar, sino que después de galopar, se corre) es una cosa impresionante, es un símbolo también de esa libertad, de salir a entregarle la vida a un caballo y dejar que te lleve… ¡Confiar!

Algo que teníamos muy claro era no hacer un documental desde una hamaca, desde donde se vieran amaneceres y atardeceres preciosos y todo muy…, digamos, de ficción. Nosotros queríamos un retrato real. Un retrato donde hubiera peligros, donde hubiera riesgos, gente buena, gente no tan buena, animales, donde se coleara una vaca y los caballos se pelearan… Un mundo real, un mundo que nosotros desde las ciudades desconocemos.

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Muchas veces les ponemos títulos: «uy no, pero es que están maltratando al animalito» o «no, ¡cómo van a voltear una vaca así!», hablando del coleo, o «vea a esos caballos cómo los tienen, ¿no los tienen en pesebrera? o ¿Cada cuánto los cuidarán?», etcétera. Pero los cuidados que nosotros entendemos de un caballo no son los mismos que tiene un llanero. Es muy diferente la relación. Por ejemplo, se descalifica la doma que hace el llanero porque no es racional, porque es seguramente más agreste. Pero, realmente, ¿quién se le sube a un caballo verdaderamente cimarrón, cerrero, salvaje? Porque los caballos que hay en el llano están sueltos en esas sabanas desde que nacen hasta que los coge el hombre.

Todo esto hace parte de salirse del estereotipo, de penetrar las capas. Por otro lado, creo que había algo muy importante para nosotros que ya habíamos experimentado y es que muchas veces la gente va al llano y dice «¡Ay, qué pesar! Porque esto ya se va a acabar…» y entonces se ve la cultura con nostalgia. Yo creo que, y esto se lo aprendí a Francisca, cuando ya se ve algo con esa mirada, no se hace nada por cuidarlo o, muy probablemente, se va a volver algo del folclor, pero no se va a celebrar. Nosotras lo que queríamos hacer con esta película era decir que el llanero está presente y grita ¡presente! al mundo. Es decir, que está vivo, que no es una cultura que se esté acabando. Seguramente va a mudar y está mudando y va a ser diferente; pero, mientras que existan niños que se suban a un caballo y que quieran ser como sus papás, se puede hablar de que esta cultura está viva, de que va a perdurar y de que va a poder replicarse.

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Nosotras lo que queríamos, sobre todo, con este documental era celebrar la existencia del llano y entender que de verdad no es como otras culturas que, como los gauchos u otras culturas de jinetes, se ven hoy en día, pero más desde el cine o folclorizadas porque prácticamente no existen. En nuestro caso no es así: hay muchos pueblos llaneros con gente llanera criolla. Lo que pasa es que el país no ha mirado lo suficiente hacia esta parte de Colombia que es tan importante. Nos hace falta mirar.

En su opinión, como una de las contadas producciones que tiene el sello Procolombia otorgado por la embajada colombiana, ¿qué legado piensa que este documental puede dejarles a los espectadores y al país? ¿Cuál es el aporte de la realización de este proyecto a la cultura llanera y a las personas que participaron en este, en especial a los campesinos llaneros?

La posibilidad de sentirnos orgullosos de lo que somos, de reencontrar nuestras raíces porque muchas veces nos gusta más sentirnos parecidos a algo que no somos y resulta que, yo creo, la mayoría de nosotros tenemos sangre llanera en las venas.

Ese es el legado: es poder tener un espejo frente a nosotros, vernos y decir: «¡Uy! ¡Qué hermosos somos! ¡Somos un paraíso!» En Colombia existen estos lugares y yo soy colombiano y también yo soy llanero de alguna manera. Saber que esto lo hicimos los colombianos, porque también hay producciones super potentes con una mirada ajena. Esta es una mirada nuestra. Creo que ese es un gran aporte para los espectadores.

 

El aporte a los llaneros o al llano en general y a las personas que participaron este trabajo es que puedan mirarse y que se sientan orgullosos de lo que son, que alcen la cabeza aún más. Es muy importante porque casi no hay películas llaneras; creo que hay una de la que me han hablado de hace muchísimos años, pero documentales así, llaneros, que hayan tenido la posibilidad de ser vistos en el mundo entero, hay muy pocos. Entonces, sin duda es un homenaje a esa cultura, para que otros vean, para que también le rindan homenaje, respeten y les dé curiosidad ir, ver, sentir. Para que, en sí, todos valoremos nuestra tierra llana y sepamos que es posible ver miles de garzas volando, que la ganadería extensiva no se tiene que ver como algo malo, sino que de ahí nace una cultura criolla llanera.

Creo que todas esas cosas están ahí y que hacen parte de lo que queríamos inicialmente: que los llaneros se vieran y sintieran orgullosos.

 

Por: Gabriela Pardo & Carlos Ovalle

Arte & Cultura