Reflexiones sobre la luz

Octubre 09, 2023
Astroséneca

Escrito por Sergio Lleras / Astroséneca 

En casi todas las culturas la luz ha sido considerada cómo el ejemplo de las cosas más virtuosas y transparentes. Por el contrario, la oscuridad representa la maldad y la ignorancia. Nuestro sol, como fuente máxima de iluminación y calor, era adorado como deidad en muchas culturas prehistóricas. Solo con la conquista del fuego, el hombre logro vencer las tinieblas nocturnas, los embates de las fieras y las inclemencias climáticas, entre otras muchas ventajas. 

Por ser el único sentido que permite percibir señales lejanas, las formas primitivas de comunicación a distancia fueron fundamentalmente visuales, como las señales luminosas, banderas o similares. El alfabeto y la palabra escrita, sin duda, fueron hitos que marcaron el desarrollo cultural de las civilizaciones. Con la invención de la imprenta, se inició la masificación del conocimiento. Los grandes centros educativos florecieron alrededor de magníficas bibliotecas. Curiosamente, a los estudiantes son llamados “alumnos”, que significa literalmente “quienes no han recibido la luz” (sin lumen). Alegóricamente, los maestros “le dan luces” a sus alumnos.  

Nuestra misma cultura y formas de pensar están afectadas por las amplísimas acepciones que le conferimos a “la luz”. Nuestras madres dieron a luz. Tuvieron la lúcida idea de enviarnos a un buen colegio, donde ojalá fuésemos alumnos brillantes; por citar solo un par de ejemplos. Si exploramos un poco las religiones, encontramos aún más ejemplos extremos, donde las deidades “hacen la Luz” para desplazar el caótico influjo de las tinieblas y sus oscuros demonios. Muchos imaginan “el Cielo” como un espacio azul, muy iluminado y soleado, mientras “el Averno” sería un pestilente y oscuro inframundo subterráneo. Buenas almas libres y luminosas, o los reclusos de un sombrío demonio. 

La luz también ha fascinado a los científicos. La aparente contradicción de mostrar simultáneamente características de onda electromagnética y de partícula ha motivado el diseño de técnicas experimentales para medir su velocidad, descomponerla mediante espectrografía para conocer la composición química de las estrellas, domesticarla para lograr haces coherentes de láser o medir las fluctuaciones del espacio causadas por el paso de ondas gravitacionales, por citar algunas pocas. La famosa expedición de Eddington, para observar la desviación aparente de Mercurio durante un eclipse total de Sol, permitió confirmar las teorías de Einstein sobre la curvatura del espacio-tiempo, cuya vara de medida es precisamente la luz. 

Nuestro conocimiento del cosmos está definido en gran medida por estudios basados en el análisis de imágenes fotográficas y digitales de señales luminosas, o la transcripción de otras frecuencias a representaciones “visibles” de otro tipo de radiaciones (radio, microondas, rayos x) o fenómenos. Incluso “iluminamos” la representación de agujeros negros para ayudarnos a comprenderlos mejor. Como mencionaba en otro artículo, la imaginación sería imposible sin imágenes. Y estas son posibles únicamente gracias a la luz.