¿Existe un vínculo entre desigualdad y cultura?

Junio 21, 2022
Café Séneca, Ecoandinos, +1
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En la continuación del ciclo de conversatorios y talleres sobre la desigualdad en el país, el capítulo Café Séneca, en alianza con los capítulos Poliandes, Ecoandinos y Arte, organizó un interesante conversatorio llamado ‘Cultura y Desigualdad: ¿Existe un vínculo entre desigualdad y cultura?’

El principal objetivo fue tratar de entender el significado de la dimensión cultural, en qué consisten los derechos culturales, cuál es su vínculo con la situación de la desigualdad y sus condiciones de posibilidad, de práctica y de acceso a nivel formativo y experiencial.

La primera invitada fue María Fernanda Jiménez, filósofa de la Universidad del Cauca, documentalista, investigadora y directora de arte. En su intervención, empezó dando un contexto sobre la definición de cultura y qué dice la Constitución Política de Colombia sobre cultura.

Jiménez aclaró que hay varias definiciones de cultura y se puede analizar desde diferentes áreas del conocimiento. En este caso, ella se basó en la definición de la Unesco sobre la declaración de los derechos culturales: “La cultura es todo lo que constituye nuestro ser y configura nuestra identidad. Hacer de la cultura un elemento central de las políticas de desarrollo es el único medio de garantizar que éste se centre en el ser humano y sea inclusivo y equitativo”.

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Según ella, está definición ha servido de guía para otros países para que se garantice que no haya una dominación de una cultura sobre otra y se ejecute en las naciones una gestión de la diversidad cultural.

Jiménez explicó que, en la constitución colombiana, en sus artículos 70, 71 y 72, se contempla el deber del Estado para garantizar el acceso de manera igualitaria a todos los colombianos y colombianas a la cultura, además de su fomento mediante estímulos y la protección del patrimonio cultural, material e inmaterial de la nación, así como sus valores culturales y la importancia de la cultura en la construcción de una identidad nacional.

“Una parte de la falta de una sociedad equitativa es precisamente cuando se tiene dificultades en el acceso. Colombia tiene como esa contradicción en donde las leyes son muy avanzadas en relación con otras constituciones de otros países, pero en su práctica y en aterrizar esa constitución es donde se presentan esas graves dificultades”, comentó Jiménez.

De acuerdo con Jiménez, en 1997 se creó la Ley 397, que es la Ley General de Cultura. Esta ley es muy importante porque agrupó estos tres artículos mencionados y estableció que el Estado debe garantizar a los grupos étnicos y lingüísticos, a las comunidades negras, raizales y a los pueblos indígenas el derecho a conservar, enriquecer y difundir su identidad y patrimonio cultural, a generar el conocimiento de estas según sus propias tradiciones y a beneficiarse de una educación que asegure estos derechos.

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Sin embargo, para Jiménez existe una diferencia notable entre las ciudades y las regiones con respecto a la actividad cultural. En las grandes metrópolis los gestores de cultura y los artistas pueden vivir de la cultura como una actividad económica, mientras que, en las regiones, en donde se manifiesta la cultura como una expresión de la relación de las comunidades con sus territorios y memorias, no existe esa posibilidad.  Por lo tanto, es muy importante el apoyo del Estado para que dichas tradiciones perduren y tengan una mayor visibilidad.

Un ejemplo que mencionó Jiménez sobre la poca visibilidad de las expresiones artísticas en las regiones es el caso de la chirimía caucana. Esta es la expresión musical más importante de esta región y aún no ha sido reconocida como patrimonio de interés cultural en el departamento.

Las chirimías tradicionales están compuestas por clarinete, bombo, jazz palo (instrumento similar a una batería), platillos y el bombardino (instrumento musical de viento), que es el acompañante de las melodías.

Según Jiménez, la chirimía caucana logró una importante visibilidad en las movilizaciones de 2021, porque varias personas que les gusta este género salieron a las calles tocando chirimía y acompañando las protestas.

“Esta fue una revitalización de esta expresión cultural, pero no por parte de las instituciones que deberían ser las más interesadas en preservarla.  La chirimía caucana, como es tan antigua y ha tenido poco apoyo, las nuevas generaciones han perdido el interés por esta manifestación cultural”, agregó Jiménez.

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La segunda ponente del conversatorio fue Clarisa Ruíz, reconocida gestora cultural en Bogotá. Fue subdirectora del Festival Iberoamericano de Teatro y directora de la Casa del Teatro Nacional. Su intervención la centró en explicar los derechos culturales y algunas cifras sobre la desigualad en las políticas culturales.

Sobre los derechos culturales, ella destacó los siguientes:

  1. Escoger y transformar la identidad propia
  2. Acceder al patrimonio cultural
  3. Pertenecer o no a una comunidad
  4. Acceder a la vida cultural y participar en ella
  5. Expresarse en la lengua escogida
  6. Derechos de autor
  7. Derecho a la educación
  8. Derecho a la información
  9. Derecho a participar en la elaboración y ejecución de las políticas culturales

Para ella, es vital que se garanticen los servicios culturales mínimos en el país, se articule la garantía de los derechos y la libertad cultural en un sentido más amplio que el del simple acceso a la cultura, además de establecer un sistema de seguimiento, control, transparencia e información clara y oportuna sobre dichos servicios culturales.

Ruíz presentó algunas cifras de la inequidad del consumo cultural, según el DANE 2020:

  1. A las bibliotecas asiste un 12, 6 % a nivel nacional, en la región Caribe 6,2 %
  2. A las Casas de Cultura asiste un 7,8 % a nivel nacional, en el Caribe 3,6 % y Amazonia/Orinoquia 5,7 %.
  3. A museos a nivel nacional asiste un 9,4 %, en el Caribe 2,4 % y Amazonia/Orinoquia un 6,3 %.
  4. A salas de cine asiste un 33 % a nivel nacional, en el Caribe 23 % y Amazonia/Orinoquia un 22 %.
  5. La población que asiste a actividades de formación creativa es de un 5,4 % y la que realiza prácticas culturales es de un 6,7 % a nivel nacional.
  6. Con respecto a los usos de internet, las descargas musicales, el acceso a radio en línea y contenidos sonoros hay una relativa inequidad. Sin embargo, en usos de videojuegos, eventos culturales en streaming y libros digitales, la región Caribe presenta considerables desventajas.

De acuerdo con Ruiz, para mejorar esos indicadores y crear una ruta de equidad en el país referente a la actividad cultural, es fundamental mejorar y potencializar la participación y la retribución de los contenidos culturales, reducir la centralización de la cultura y enfocarnos más en las regiones, aumentar la focalización de los grupos culturales y actuar de manera integral y unida como país.

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El tercer panelista del conversatorio fue Manuel José Jiménez, Doctorado en Teología Pastoral con Énfasis en Pastoral Juvenil y Catequesis de la Pontificia Universidad Salesiana de Roma (Italia). Su intervención se enfatizó en el concepto de la violencia cultural y su relación con todas las cosmovisiones, comprensiones, creencias y modos de ver la vida con respecto a cómo un ser humano se relaciona y percibe al que es diferente de una manera violenta, despreciativa, prejuiciosa y con un complejo de superioridad.

El problema viene cuando esa violencia cultural legitima, justifica y naturaliza las otras formas de violencia, especialmente las que tienen que ver con las injusticias sociales o las desigualdades económicas y sociales. Esa violencia nace de las ideas, las normas y de una aceptación natural de las situaciones.

De acuerdo con él, esa violencia no es natural al hombre, sino que es socializada y aprendida a lo largo de los años.

“Por ejemplo, a los hombres se les inculca que son más que las mujeres, entonces comienzan allí todas las desigualdades de género. También están las desigualdades económicas, en donde el hombre de la urbe cree que tiene más derechos y condiciones de vida que el hombre del campo, o cuando una persona que es rubia y blanca considera que tiene más derechos sociales que los afrodescendientes”, comentó Jiménez.

Para Jiménez, el reto es ser conscientes de todos esos esquemas mentales negativos con los que hemos crecido, si queremos desnaturalizar la violencia. Colombia es un país donde muchas violencias son justificadas, donde se validan muchas desigualdades y se naturaliza con frecuencia que haya ricos y pobres.

“El objetivo es desaprender y desarticular esas violencias culturales para que desde ahí también se transforme la realidad social y se superen todas esas desigualdades y que no veamos la guerra como una necesidad” concluyó Jiménez.

La última conferencista fue Alhela Caicedo Fernández, profesora asociada al Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes.  En su intervención, ella propone que tengamos en cuenta una noción de cultura mucho más amplia pensándola más como una dimensión de lo humano que nos habla sobre todo de los sentidos y significados que le dan al mundo los seres humanos. Para ella, esos sentidos no se quedan en ideas, sino que se materializan en objetos, prácticas y en formas de estar en el mundo.

Teniendo en cuenta esta noción de cultura, ella considera que para entender la desigualdad es fundamental comprender el principal poder que tiene la cultura en el mundo social y es la naturalización, es decir, todas aquellas cosas que nosotros pensamos que son naturales en nuestro comportamiento son cultura y hacen parte de nuestra configuración cultural.

“Es un poder tremendo, porque justamente ese poder de naturalización nos obliga en muchos casos a ver el mundo de una cierta manera sin cuestionarlo, es donde están habitando formas de desigualdad que van a revelar también procesos de exclusión y discriminación”, agregó la profesora Caicedo.

Para Caicedo, la desigualad en si misma es inevitable por la diversidad cultural y porque no todos somos iguales. Lo clave es entender que hay tipos de desigualdad que son legítimas y otras no. Estas últimas son en las que nos debemos enfocar más y tratar de reducirlas al máximo con mecanismos y herramientas efectivas. Se debe usar el poder de la cultura para erradicar las desigualdades ilegítimas.

A lo anterior, agregó que el sentido común, que es entendido como esa capacidad para juzgar las situaciones de la vida cotidiana, puede ser un elemento fundamental para reducir la desigualad porque tiene ese poder de la naturalización al ser trasmitido por generaciones.

A continuación, podrás ver el conversatorio completo y profundizar en este importante tema: