Saros, los ciclos de los eclipses

Mayo 19, 2021
Astroséneca
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Escrito por: Sergio Lleras

A grandes rasgos, nuestro planeta gira sobre un plano imaginario alrededor del sol, mientras el eje de giro se mantiene inclinado 23.5 grados, apuntando aproximadamente en dirección a la Estrella Polar. Por esta razón, observaríamos que durante un año calendario cualquiera, el sol  saldría exactamente por el  oriente el 21 de marzo (equinoccio vernal), desplazando su salida  23.5 grados hacia el norte durante los siguientes tres meses para alcanzar el punto de máxima declinación norte el 21 de junio (solsticio de verano), retornaría a la posición oriental en el equinoccio de otoño (21 de septiembre) para continuar otros 23.5 grados hacia el sur, alcanzando la máxima declinación en ese sentido el 21 de diciembre (solsticio de invierno) para retornar hacia el norte y “cerrar” el ciclo anual el siguiente 21 de marzo.

Si trazáramos un plano perpendicular a la línea ecuatorial terrestre sobre la bóveda celeste, tendríamos la línea imaginaria denominada “eclíptica”, que correspondería a la línea ideal para que, observando desde el ecuador terrestre, la sombra de la tierra produjera un eclipse máximo de luna nocturno, o que la luna nos ocultara el sol durante horas diurnas, produciendo un eclipse.

Sin embargo, las condiciones no son tan sencillas, pues la luna no orbita nuestro planeta ecuatorialmente, ni en el mismo plano de la eclíptica, sino que mantiene una inclinación cercana a 5 grados con respecto al ecuador terrestre. Tampoco los posibles observadores estarían ubicados en el mismo lugar terrestre. Lo que si resulta cierto es que la mayor probabilidad de ocurrencia de eclipses debe ser en fechas cercanas a los equinoccios, pues en esos momentos el plano ecuatorial coincide con el plano eclíptico, de forma que se presente una oportunidad de oposición (alineación sol-tierra-luna) para eclipses lunares, o (sol-luna-tierra) para eclipses solares.

La variación de hasta 5 grados hacia el norte o el sur de la órbita lunar con respecto al ecuador y la desviación de fechas alrededor de la de los equinoccios, que causan desviaciones similares por el ángulo de inclinación de la eclíptica, se distribuirán estadísticamente con una declinación media ecuatorial (cero) a lo largo de muy amplios períodos de tiempo.

Si simplificamos el problema y adoptamos un enfoque casuístico, podríamos partir de un eclipse ocurrido y observado en una fecha, lugar y hora bien determinados. Luego podríamos simular en cuantos ciclos semi -anuales de (1/2) de 365.25… días, combinados una secuencia de lunaciones con período sinódico (entre lunas de la misma fase) de 29.53… días para que coincidiera aproximadamente sobre la misma región (latitud) de la tierra.

Esta abstracción causa obviamente un desplazamiento del sitio, pues sería muy improbable encontrar también la rotación que lograra una coincidencia total. Este ejercicio arroja que al cabo de 223 meses sinódicos (lunares), equivalente a 18 años 11 días y 8 horas se repiten las condiciones del eclipse original, en cuanto al tipo, forma, latitud aproximada y duración. La hora y sitio de máximo eclipse si variará en razón a los efectos de translación y rotación de la tierra (1/3 de giro en 8 horas).

Este ciclo, denominado “saros” es conocido desde el siglo 4 ADC. Adicionalmente, los saros se numeran y agrupan de acuerdo con las lunaciones transcurridas y contadas a partir del paso por el nodo ascendente lunar (entre 1 y 223 lunaciones por ciclo), de forma que se puede construir una cadena de series que abarcan cerca de 140 eclipses cada una (70 lunares y 70 solares), durante períodos de tiempo entre 12 y 13 siglos.

Otra simetría del sistema corresponde al hecho que al transcurrir medio ciclo (111.5 lunaciones) a partir de un eclipse total de sol, se producirá un eclipse total de luna, y viceversa. Por ejemplo, el Saros 152 comenzó el 26 de julio de 1805 y terminará el 20 de agosto del año 3049. Como cada ciclo “saros” comenzará a partir de un eclipse, cualquier otro ciclo sucesivo o anterior tendrá como fecha de inicio una que no guarda correspondencia cronológica. Por ejemplo, el saros 153 comenzó a contarse desde julio 28 de 1870, 65 años y dos días después del 152 antes mencionado.

Aunque la aproximación es bastante acertada, cuando las fechas de ocurrencia de cualquier “saros” se acercan a la de los solsticios (por el corrimiento de 11 días y 8 horas respecto al calendario solar civil), pueden desaparecer entre dos y cuatro ciclos y reaparecer con una secuencia que se desplazará en la dirección contraria a la su desaparición. Para los eclipses de sol de los próximos 10 años, los saros están en un rango entre 121 y 156. Los de luna entre 110 y 146.

En términos gruesos, los eclipses pueden ocurrir en un intervalo aproximado entre 2.5 meses antes y 2.5 meses después de cada equinoccio. Ello abarcaría del 6 de enero al 6 de junio; así como del 6 de julio al 6 de diciembre. Los dos solsticios serían los dos puntos medios de los dos meses sin probabilidad de eclipses en cada año.

No es de extrañar que el origen astronómico de la navidad cristiana surgió de la fiesta romana del “Sol Invictus” que marcaba el final del camino solar hacia el sur y comienzo de su travesía de medio año hacia el norte, que hoy denominamos solsticio de invierno. Además, como vimos hoy, nuestro astro rey tampoco podrá ser eclipsado nunca en esa fecha.