Las conspiraciones que rodearon el primer viaje a la luna

Agosto 04, 2021
Astroséneca, Zero G
Imagen destacada

Escrito por: Sergio Lleras, Capítulo de Astroséneca

La ilustrada inspiración de Julio Verne le permitió imaginar un viaje humano a la luna dentro de un proyectil disparado desde un lugar de la Florida por un inmenso cañón “Columbia”, anticipando en más de un siglo la famosa hazaña de la Apollo 11 y su módulo “Águila”.

Así como la motivación de la aventura en “De la tierra a la luna” habría sido una apuesta de los miembros de un afamado Gun Club por lograr fabricar el inmenso cañón, la motivación americana del siglo XX obedeció al reto tecnológico que formuló el presidente John F. Kennedy de lograr que un norteamericano pisara la luna antes de finalizar la década de los años 60’s, en un célebre discurso pronunciado en la Universidad Rice, el 12 de septiembre de 1962. Esto equivalía a ponerse una meta mil veces más lejana que las relativamente simples órbitas terrestres que lograban los satélites en aquel momento.

De alguna manera, los EE. UU. se resistían a jugar un papel de segundón dentro de la naciente carrera espacial, que servía casi como paralelo tecnológico a la “Guerra Fría” contra el comunismo soviético y chino. Tras la fallida invasión de la Bahía de Cochinos en Cuba, promovida por la CIA en 1961, la revolución de Castro había obtenido un apoyo decidido de la Unión Soviética, tan preocupante que originaría solo un mes después la “crisis de los misiles” en un pulso entre Krushev y Kennedy, poniendo al mundo al borde de una guerra nuclear. Los soviéticos ya tenían al mundo entero hablando del Sputnik, Laika y Gagarin. Los americanos se obsesionaban con los refugios nucleares, los espías y la lucha contra el comunismo, pero faltaban símbolos poderosos.

Enfocar una sociedad hacia cumplir una meta, por utópica que pareciese, motivó un proceso de desarrollo tecnológico espectacular, en el cual los académicos, científicos e investigadores aportaron conocimientos que permitieron a la industria ir produciendo nuevos materiales, procesos y sistemas a una velocidad febril. Naturalmente la propaganda oficial de los EE. UU. redobló esfuerzos en mostrar las bondades del capitalismo y de la democracia, comenzando a repudiar públicamente las dictaduras que arriesgaban ofrecer condiciones propicias para revoluciones similares a la cubana.

Países como el nuestro estuvieron dentro de programas como la “Alianza para el Progreso” y la promoción de “Átomos para la Paz” (iniciativa lanzada por Eisenhower en 1953 ante la ONU), promovida en una exhibición dentro de una inmensa burbuja inflable en el lote de la Embajada Americana en el Centro Internacional de Bogotá y a través de la donación del reactor nuclear del Instituto de Asuntos Nucleares en 1965.

En paralelo con rumores propios de la desinformación vulgar, se tejieron imaginativas teorías de conspiraciones, alimentadas principalmente por el espionaje de la guerra fría (CIA, KGB, Berlín) y por mucha ciencia ficción relacionada con el espacio, cohetes, misiles, bombas atómicas, algunos OVNIS y autopsias a extraterrestres accidentados.

Como casi todas las teorías conspirativas, quienes las promueven buscan reforzar ante los más ignorantes que los poderosos siempre hacen trampa para engañar a las mayorías, y que sólo unos pocos iluminados, como ellos “descubren el truco” detrás de la aparente realidad. Así le evitan a sus seguidores el desgaste de informarse y poder ser críticos.

Curiosamente, dentro de las conspiraciones que involucrarían presuntas complicidades de muchos miles de personas (los empleados de la NASA, los contratistas, medios de comunicación, etc.), nunca aparece un solo delator, después de 50 años. Ese si es una hazaña, mejor que la llegada a la luna.

¿Cómo es posible que haya gente que piensa que el hombre no ha pisado la luna? Los presuntos argumentos principales que alimentarían esta teoría son los siguientes:

  • La bandera que clavaron los astronautas de la Apolo 11 parecía ondear “al viento” en un sitio sin atmósfera, mostrando un presunto truco de estudio cinematográfico, atribuido a Stanley Kubrick. Se explica porque la bandera tenía un marco rígido, y el asta sufría oscilaciones luego de ser insertada en el suelo lunar con giros circulares, como se hace en la tierra.

Se ha visto que las teorías de una conspiración para simular las llegadas a la luna son más populares entre la gente que no había siquiera nacido en esa época. Algunas encuestas muestran que en 2010 únicamente un 3% de la población general en EEUU parecía creerlas, mientras cerca del 25% de las personas entre 20 y 27 años simpatizaban con la idea.

Evidentemente, en los últimos 20 años, el avance de las redes sociales ha cambiado la calidad de la información por una avalancha de noticias y teorías falsas, tendenciosamente enfocadas en pretender demoler pilares fundamentales de la sociedad, del conocimiento, y de principios morales afianzados.

Creer en un tierra plana, infiltraciones alienígenas, tumbar estatuas como reivindicaciones tardías de opresiones coloniales, o pensar en cofradías malignas que controlan protestas a lo largo y ancho del globo, son solo algunos de los temas que acaparan la atención de millones de afanados lectores que disparan la popularidad de “influencers,” impulsándola mediante frenéticas acciones  de ágiles pulgares sobre los  teléfonos celulares, demostrando así que alguien puede enriquecerse inmensamente, difundiendo un poco de basura entre millones de ignorantes. Sin contar a quienes deciden pasar “del dicho al hecho”, como ocurrió en el Capitolio americano, por ejemplo.